EL ALEPH

Borges lo prefiguró, lo anticipó. El Aleph existe. Es ese punto infinito del espacio cósmico donde está todo lo que compone el universo, en forma íntegra, simultánea, sincrónica.

A Borges le fue revelado este secreto-él mismo aseveró-en un viejo sótano de la calle Garay,  por un personaje surgido de su mente y de su pluma,   Carlos Argentino Daneri, quien del Aleph mucho sabía y mucho hablaba. Sus razones habrá tenido Borges para crear un personaje tan grotesco, charlatán y petulante como Carlos Argentino ( no quiero pensar en una metáfora alusiva al "argentino medio"), pero lo cierto es que dicho personaje le fue infinitamente útil.
Adolfo Bioy Casares, en "La invención de Morel", anticipó la todopoderosa y ubicua televisión. Como él, Borges  también profetizó:
"Entonces vi el Aleph"..."Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena"..."vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré,
porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo".
El escritor no lo supo tal vez, aunque en 1986, fecha de su muerte, ya el Aleph existía. No había tomado aún la envergadura de delirio universal ni era   todavía  convocadora de todos los poderes y de toda la sabiduría fragmentada y rumiada del tercer milenio. Pero sí, la Internet ya existía.

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Socorro González Guerrico